Mi vida como prisionero QUOTES: CLAUDIO NAREA CONOCE A JORGE GONZÁLES, PÁGINA 18 - 20

Casi todos mis artistas favoritos estaban en la tapa de mis cuadernos. Varios teníamos la costumbre de recortar las fotos de las revistas y pegarlas para que todos las vieran. Conocí a Jorge González porque uno de los dos tenía una foto del bajista de Kiss, Gene Simmons, en la tapa del cuaderno. «¿Te gusta Kiss?». «A mí también». A partir de ahí comenzamos a hablar de música y a contarnos la vida. Yo le conté que Kiss era mi banda favorita y que tenía varios discos en casa, además que me disfrazaba y maquillaba con algunos amigos. Jorge me contó que él también se pintaba la estrella de Paul Stanley en su cara. «Qué casualidad, yo también me pinto de Paul», le dije. No pasó un día y ya estábamos en mi casa oyendo mis vinilos de Kiss. A partir de ahí empezamos a vernos casi todos los días, nos volvimos inseparables, los mejores amigos. Siempre era Jorge el que iba a visitarme, yo nunca fui a su casa sino hasta mucho más adelante, cuando comenzamos a tocar juntos. No tenía idea dónde vivía, pero sabía que quedaba bastante lejos de mi casa. Empecé a apreciarlo, lo consideraba inteligente y simpático. Cuando se fue haciendo habitual en mi barrio, Jorge se hizo amigo de mis amigos, conoció a todos en la villa. Tenía una forma muy cortante de hablar que se nos fue pegando. Estoy seguro de que los Beltrán veían en él a un muchacho muy especial y entretenido. Rodrigo Beltrán y su hermano menor, Álvaro, eran mis amigos más cercanos, y vivían justo enfrente de mi casa. Tenían una situación económica un poco más holgada que la mía, y esto se notaba: su casa era más bonita y también tenían una empleada que les ayudaba en las labores. Además, iban al Claretiano y una tía les daba dinero cada semana, por lo que siempre tenían para ir al cine y para comer hamburguesas en el Burger Inn. Esa mesada fue lo que más adelante les permitió comprarse los discos de los grupos que más nos gustaban y conformar una de las mejores discotecas de la zona sur. A Jorge le gustaba Kiss, pero también los Bee Gees y la Electric Light Orchestra. Yo prefería a Supertramp; a él también le gustaban, así que juntos fuimos descubriendo a la banda, comenzando por los dos discos que yo tenía en casa. Gracias a los Beltrán, que tenían algo de dinero, fuimos conociendo cada uno de sus discos hasta llegar a los primeros, de sonido progresivo, que nada tienen que ver con su hit «Logical song». Nos hicimos fanáticos. No creo que en su historia Supertramp haya tenido fanáticos tan fanáticos como llegamos a ser los Beltrán y nosotros. Buscábamos información y fotografías donde las hubiera y más tarde comenzamos a escribir al suplemento de un diario para entablar amistad con otros fanáticos. Inclusive fuimos más lejos, acarreando nuestros discos a la radio Nacional, prestándolos para que otros auditores los escucharan. Con Jorge éramos auditores de esa radio que tocaba mucho rock, nos dimos cuenta de que les faltaba material y quisimos aportar a «Los Superdiscos», el espacio que conducía Juan Miguel Sepúlveda. Así fue que tocaron varios discos que les prestamos. Más tarde también compartimos a los Clash con ellos. Nosotros nos sentíamos en el cielo. Era nuestro aporte a la sociedad, una especie de misión. Veíamos a los barbones, al ronco Davies y al llorón Hodgson como nuestros ídolos absolutos. Si en esos días hubiésemos tenido la posibilidad de dejarnos crecer la barba, seguro que lo hubiésemos hecho.

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